Burgos, 4 de junio del 2024.- Los pronósticos de severas sequías en varias regiones de España son muy preocupantes en 2024.La revista Equipos y Obras Municipales ha aportado una serie de estudios y cifras a tener en cuenta para salvaguardar la infraestructura verde de las ciudades de hoy y las Smart cities. 

Según dicha publicación técnica, en las últimas décadas se ha producido un notable aumento de la frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor, una tendencia que se espera que siga aumentando debido a la aceleración del calentamiento global. Las zonas urbanas son más vulnerables debido al efecto de isla de calor urbana (UHI, por sus siglas en inglés), en el que los entornos urbanizados atrapan y retienen el calor más que las zonas rurales circundantes. Los efectos combinados de las olas de calor y el UHI suponen importantes amenazas para el medio ambiente urbano y el bienestar humano, pudiendo provocar una reducción de la productividad, un deterioro del rendimiento cognitivo y un aumento de los riesgos para la salud materna y general.

En respuesta a estos retos crecientes, se ha vuelto esencial la implementación de servicios ecosistémicos de regulación de la temperatura urbana (TR-ES) a través de estrategias como la infraestructura verde urbana (IGU). La UGI desempeña un papel crucial en la reducción de las temperaturas de la superficie terrestre y del aire durante los periodos calurosos al ofrecer sombra, minimizar la absorción de la radiación solar en superficies artificiales y fomentar la evapotranspiración.

Un reciente estudio publicado en la revista Science of the Total Environment y liderado por la investigadora de BC3 Celina Aznárez ha arrojado luz sobre las injusticias ambientales en la distribución de la UGI, centrándose en la ciudad mediana de Vitoria-Gasteiz. La investigación aplicó un modelo integrado que combina la teledetección con datos sanitarios y sociodemográficos, junto con herramientas potenciadas por inteligencia artificial y los sistemas de información geográfica. Este enfoque permitió cartografiar las incongruencias entre la oferta y la demanda de TR-ES.

Los resultados del estudio revelan desigualdades preocupantes en la vulnerabilidad al calor, sobre todo en zonas céntricas y cercanas a polígonos industriales. «Estas zonas suelen caracterizarse por materiales que absorben el calor, estructuras compactas, alta densidad de población y escasa vegetación, factores que intensifican las temperaturas locales y contribuyen a los efectos de las altas temperaturas», explica Aznárez. «Resulta alarmante que, precisamente en estas zonas, hayamos observado una baja disponibilidad de TR-ES, lo que indica una demanda insatisfecha. Por el contrario, las regiones con amplios espacios verdes, como el cinturón verde y los grandes parques urbanos, tienden a mantener un mejor equilibrio entre la oferta y la demanda de TR-ES.»

Además, el estudio revela disparidades en la vulnerabilidad al calor entre los distintos grupos sociodemográficos, descubriendo que las comunidades socioeconómicamente desfavorecidas, los ancianos y las personas con problemas de salud se ven afectados de forma desproporcionada por el calor extremo. A la luz de este hallazgo, Aznárez subraya la urgencia de intervenciones específicas para hacer frente a estas disparidades: «Para hacer frente con eficacia a los complejos retos que plantean los riesgos desiguales del calor urbano, se necesitan intervenciones estratégicas, especialmente centradas en las zonas vulnerables. Esto incluye estrategias de adaptación a medida, como iniciativas ecológicas y refugios climáticos». Comprender los determinantes sociales y sanitarios que contribuyen a estas desigualdades es crucial para la eficacia de los planes de adaptación urbana destinados a mitigar el calor urbano y promover al mismo tiempo la equidad y la sostenibilidad.»

El “Asfalto verde de los árboles”

Frente a proyectos urbanos sin apenas zonas verdes surgen otras posibilidades, destacadas por el periódico Público: 

«Lo que sí está claro es que las zonas verdes y las zonas azules son beneficiosas para la salud. Los ejemplos de mediciones al sol y bajo la sombra de un árbol revelan hasta qué punto los espacios ajardinados y la renaturalización de las ciudades pueden contribuir a paliar los efectos de las olas de calor y, por tanto, rebajar las máximas diarias, prevenir ingresos y, si cabe, reducir la mortalidad, así como disminuir el efecto isla de calor para conseguir un mayor frescor en las noches.  Los parques pueden reducir las temperaturas en las zonas próximas entre 2,3ºC y 4,8ºC

«Las ciudades tienen que tener parques y zonas verdes; tienen que estar pensadas para poder vivir, no para los coches. No sólo desde el punto de vista del calor, también desde el de la contaminación atmosférica, química o acústica», explica, para resaltar que los parques son vectores de frescor, pero también contribuyen al paseo y la movilidad, al ejercicio diario, por lo que las ventajas de equilibrar la balanza del asfalto y la tierra arbolada tocan diversas ramas. «El beneficio no es sólo para la zona donde se asienta el propio parque. Un estudio realizado en 30 parques de Pekín demostró que las temperaturas en las zonas próximas pueden reducirse incluso más que en interior del propio parque, entre 2,3ºC y 4,8ºC por debajo».

A ello, se añaden otras propuestas complementarias respaldadas por la OMS, como el aumento del albedo del suelo y de las fachadas con pinturas blancas de dióxido de titanio (TiO), para reducir la proporción de radiación que las superficies devuelven a la atmósfera. Nada nuevo para miles y miles de pueblos extremeños o andaluces que desde hace centenares de años se erigieron con sus casas encaladas de colores claros. 

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