Burgos, 12 de setiembre del 2023.- La energía eléctrica para la movilidad de personas y mercancías tiene unos serios competidores: combustibles sintéticos y los biocombustibles. Conozcamos sus características y posibilidades reales para su masificación.
Los combustibles sintéticos son combustibles obtenidos a partir de hidrógeno y dióxido de carbono. No deben confundirse con los llamados biocombustibles, producidos a partir de residuos tanto de origen animal como vegetal (biomasa). Actualmente se producen biocombustibles a partir del azúcar, el maíz o el trigo, entre otros. También existen los llamados biocombustibles avanzados, que se generan a partir de desechos agrícolas o residuos urbanos y no afectan a la cadena alimentaria. Los combustibles sintéticos tienen las mismas propiedades químicas que la gasolina y el gasóleo convencionales obtenidos a partir del petróleo.
Para producir combustibles sintéticos se necesita electricidad procedente de fuentes renovables, agua y dióxido de carbono(CO2). El proceso hasta obtener el producto final requiere un consumo de energía elevadísimo y resulta muy ineficiente.
El primer paso consiste en obtener hidrógeno a partir de electrólisis, es decir, separando las moléculas del agua (H2O) en hidrógeno y oxígeno. La electricidad necesaria en este paso se consigue mediante fuentes de energía renovables, principalmente eólica. Es, por lo tanto, hidrógeno verde. Por esta razón, las plantas de producción de combustibles sintéticos tienen parques eólicos anexos.
Después, se obtiene dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, lo que hará compensar las emisiones de este gas cuando se utiliza el vehículo. El dióxido de carbono extraído del aire y el hidrógeno obtenido mediante electrólisis se combinan en un catalizador para convertirse en un hidrocarburo líquido (metanol), el combustible sintético.
Una vez obtenido el hidrocarburo líquido, diferentes procesos de refinado pueden convertirlo en gasolina sintética, diésel sintético o queroseno sintético, según convenga, con propiedades físico-químicas prácticamente idénticas a las de su equivalente derivado del petróleo.
Se necesitan, pues, al menos dos procesos químicos para convertir la electricidad en un hidrocarburo líquido: electrólisis y síntesis de hidrocarburos. La eficiencia total del proceso para hacer combustible sintético oscila aproximadamente entre el 10% y el 35%, dependiendo de las respectivas tecnologías empleadas, según un paper publicado en Nature en 2021.

…Y los biocombustibles
Según los profesionales especializados en sistemas y fuentes energéticas, la industria comienza a apostar por las sustancias de origen orgánico como carburante para obtener energía. De ahí que prosperen los biocombustibles o biocarburantes: en 2019, su consumo creció en la Unión Europea (UE) casi el 7%, según el último Barómetro de Biocombustibles elaborado por EurObserv’ER: biodiésel (80,5%), bioetanol (18%) y biogás (1,5%) fueron los carburantes verdes más utilizados.
Las previsiones apuntan al crecimiento de estas fuentes de energía renovable, entre otros motivos por los impactos asociados al cambio climático. Un ejemplo es el Pacto Verde Europeo promovido por la Comisión Europea para que los estados miembros sean climáticamente neutrales en 2050, esto es, que sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) equivalgan a la cantidad absorbida por sumideros como los bosques.
Uno de los ejes del Pacto pasa por potenciar el uso de biocombustibles y del hidrógeno en sectores donde aún no es posible la electrificación masiva —por ejemplo el transporte terrestre de gran tonelaje y el marítimo o la aviación—, como fórmula para combatir las emisiones.
“En estos momentos, los biocombustibles son la alternativa con mayor peso para reducir el CO2 en el sector de los transportes a gran escala. Son la solución más práctica y económica, y sin duda pueden ayudar a rebajar el nivel de contaminación en todo el planeta”, opina Ahmad Rahnema, titular de la Cátedra Fuel Freedom de Energía y Desarrollo Social de IESE Business School.


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